Después de analizar los interminables lances de esgrima noticiosa sobre el paquete fiscal, se advierte que ya se hizo costumbre el que, durante los dos últimos meses del año, la agenda informativa esté plagada de declaraciones sobre el gasto público y la recaudación fiscal.
Se presenta un panorama desolador: el dinero no alcanza, las necesidades aumentan, los contribuyentes cautivos protestan y los que deben pagar más hacen oídos sordos. Para los partidos políticos, cada modificación en los impuestos representa un impacto en su capital político.
Desuerte que, para conseguir un aumento en la recaudación, el Jefe del Ejecutivo se vió en la necesidade de agotar sus recursos oratorios al recorrer toda una gama de estrategias:
— Hubo amenazas al decir que los que viven en la miseria “crecerán cada día si no hacemos algo contundente por detener el deterioro en su
Retorica para aumentar el gasto
nivel de vida”.
— Hubo chantajes al afirmar que sin dinero no habrá vacunas «Necesitamos recursos para enfrentar eventualidades catastróficas, como es el hecho de comprar las vacunas contra la influenza AH1N1”
— Hubo regaños al ccomentar que los corporativos exigen pero no aportan: “A la hora de ver sus cifras en promedio pagan el 1.7% de impuestos durante varios años. Esto ya no puede ser”
— Hubo lloriqueos: “No hay cosa que más duela, que más lastime, que más entristezca a un gobernante que tener que pedirle a la población, precisamente, un esfuerzo recaudatorio para poderle evitar un riesgo mayor a la economía del país.”